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Capítulo 4 El escándalo

  • Foto del escritor: Gabriela Martínez Ulloa
    Gabriela Martínez Ulloa
  • 15 sept 2022
  • 7 Min. de lectura

Todos los implicados están hoy temprano afuera de las oficinas esperando a Miss Nat. La psicóloga está con ellos. Los tranquiliza sobre la reunión, mientras se alcanzan a escuchar reclamos de justicia y preocupación. Los partidos de ASOMEX empiezan el jueves y nadie quiere ser expulsado. Están todos muy preocupados por Diego el portero, pues es pieza clave en el equipo y el primer implicado. 


Ayer todavía recibí mensajes hasta las dos de la madrugada. Todo mundo quería saber qué había pasado. Espero que los castiguen. Maite no ha venido a la escuela porque dijo que le dolía la garganta. Los que conocemos la historia completa sabíamos la verdad. Algunos pensaban que el pleito empezó en la fiesta del catorce de febrero, pero esto se cocinaba desde unos días antes.  


La escuela celebra el día del amor y la amistad permitiendo que los grandes organicen todo tipo de cosas para recabar fondos para su graduación. Este año las posibles actividades de pago incluyeron: serenatas a tu salón, entrega de rosas, globos u otros regalos. El más esperado y del que hablaba toda la escuela era el beso que alguien de doceavo iba a darte en el cachete. Entre nosotras, desde el año pasado nos mandamos flores para aliviar la presión. Fue idea de las mamás.  


Este año Sofy me sugirió que pagáramos por un beso para mí. Tal vez Salvador estaría disponible. Maite le contestó: “Cómo crees, qué pena,” pero Sofy que es una atrevida lo hizo de todas formas. 


Maite no tenía de que preocuparse, lo de mandarnos flores era para las demás, a ella siempre le llegaban miles de regalos. Este año sabíamos que el más apuntado era Benjamín. Ya conocemos al patán y seguro iba a mandar un arreglo espectacular. Por más que exagera en sus detalles nadie quiere salir con él. A Maite le gusta Diego y está nerviosa. Piensa que tal vez decida no darle nada por miedo a la competencia. 


Como a Sofy no podía importarle menos el día, se la pasó tranquilizándonos.  


“¿Qué voy a hacer si el nefasto me manda flores?” 

 

“Pues nada, Maite. ¿Cómo que qué vas a hacer?”  


“Se refiere a después, en la fiesta,” intervine yo: “Va a tener que bailar con él por lo menos un rato.” 


“¡Por supuesto que no!" Unas flores no van a obligar a Maite a nada.”  


Qué bueno que Sofy va a la fiesta. 


Ese día antes del recreo, el maestro de Química hacía lo más posible para que pusiéramos atención, pero todo el salón estaba ansioso de la interrupción que harían en cualquier momento. Cuando entraron los de doceavo, crucé los brazos sobre la mesa para esconder mi cara, pero se me alcanzó a salir una risita.  


Empezaron con las serenatas, que afortunadamente sólo eran dos porque el barítono designado no se sabía ni las letras. Casi todos recibimos una rosa, un globo o de menos un chocolate. Se me hace que no somos las únicas que pensamos en mandarnos regalos.  


Cuando se entregó la última rosa de la canasta, todos nos quedamos muy atentos. Yo alcancé a asomar los ojos por encima de mis brazos para notar que Salvador había entrado al salón y se me quedaba viendo con una sonrisa de entretenimiento. 


Primero empezaron los besos para los niños. ¡Qué emoción! Alexa se pintó con cuidado la boca de color rojo y se acercó al grupito que se sentaba en la esquina.  


“¿Quién es Benjamín?” 


Benjamín, que no le había mandado nada a Maite pagó diez besos para el mismo. Cuando Alexa le dio el primero, los niños se pusieron a gritar como orangutanes. Ella, sin perder el estilo hizo cara de disgusto y dejó muy claro que no habría más.  


Entonces, le pasaron el lipstick rojo a Rubén su novio para que dejara una marca. Alexa no le quitaba los ojos de encima, mientras muy lindo y respetuoso besaba rápido en el cachete a varias niñas del salón. No era Salvador, pero no me iba a quejar.  


Al final, me sentí confundida cuando terminaron la lista sin mencionarme. Casi me muero de la vergüenza cuando Sofia les reclamó:  


“Yo también pagué un beso, revisen la lista por favor.”  


La quiero mucho, pero obvio no se fijó cómo dijo las cosas y al leer mi nombre se quedaron confundidos. Un cuchicheo y otro, y cuando me doy cuenta Alexa me está dando el beso que todos creen Sofia me había mandado. 


¿Qué cara habré hecho?  


Salvador que estaba pendiente entrecerró los ojos, apretó un poco los labios y recargó su barba en el puño. Yo quería gritarle:


“Es una confusión, se supone que el beso me lo ibas a dar tú,” pero para variar me quedé callada. 


Me urgía que fuera viernes para ir a la fiesta y aclarar el malentendido. Estaba dispuesta a besarme con cualquiera de los pelirrojos con tal de cambiar la idea que pensaba tenían de mí. Maite no quería ir porque Diego no le había mandado nada y estaba segura de que pensaba que le haría caso a Benjamín. Sofy, que estaba también apenada por el suceso la convenció de no romper nuestro grupo y las tres llegamos juntas.  


Era nuestra primera fiesta de grandes, me refiero a que había alcohol. Teníamos muy claro que al menos debíamos tomar una cerveza si no queríamos parecer unas bebés. Yo ya estaba bastante insegura por mi vestido como para agravar las cosas, así que las convencí de probar unas Palomas.  


“Esto sabe asqueroso,” dijo Sofia al instante.  


“Es que eres gringa y no te gusta el tequila,” le contesté muy segura de lo que estaba diciendo. A Maite le parecieron muy sabrosas, por lo que no sé a qué hora ya se había tomado tres.  


En ese momento, no sabíamos todo el drama que estaba pasando con los niños. Unos días antes del catorce, Diego se había peleado con Benjamín porque el naco dijo cosas feas de Maite.  Benjamín, que es un vengativo le advirtió enfrente de sus amigos:  


“Vas a ver güey, te voy a probar que es una zorra como todas.”   


Diego no le había mandado nada a Maite, para que Benjamín la dejara de molestar. En la fiesta, Diego se mantuvo alejado de nosotras que muy felices bailábamos como locas. Ese día platiqué con gente que no conocía y hasta me atreví a bailar con las amigas de Vale. Estaba tan contenta que se me había olvidado el malentendido en el salón. Entonces, vi a Salvador platicando en la esquina. No volteó a verme para nada, estaba con Lucía y su nuevo grupo de amigas. ¿Será que tendré el valor de acercarme? pero por supuesto no lo hice. 


En algún momento de la noche, Benjamín vio que Maite estaba sentada sola y aprovechó para convencerla de salir a tomar el aire. Su intención era besarla enfrente de sus amigos para que la grabaran.  


Lo único que se alcanza a ver en el video es a Maite diciendo que se quiere regresar a la fiesta, también se ve que está borracha. Ella no nos dijo nada, tal vez no se acordaba bien. Pero no debió pasar demasiado tiempo porque hubiéramos notado algo fuera de lo normal. Por eso nos sorprendió cuando el lunes, de regreso a clases, Diego se le aventó encima a Benjamín. 


Para el martes siguiente, el suceso ya era un escándalo y Maite estaba aterrorizada de que sus papás supieran que había tomado.  


“Tienes que acusar a Benjamín, o van a suspender a Diego,” era la opinión generalizada.  


Pero yo le dije: “No les hagas caso, no van a enseñar el video, no son tontos.”  


Sofy estaba de acuerdo:  “Si castigan a Diego es su problema. Sé que está feo que te lo diga, pero nadie le pidió que viniera a rescatarte.”  


Aunque tratábamos de tranquilizarla, yo sabía cómo eran las cosas en la escuela. Miss Nat haría hablar a todos y Maite no era excepción. Un pleito adentro de la escuela era un problema serio y todos los papás de los involucrados serían informados. Maite estaba segura de que su mamá, siendo maestra en la escuela sería la primera en saber todo el chisme, por eso fingió estar enferma para faltar un par de días. Yo estaba super preocupada, pero decirle a mi mamá que habíamos tomado no era opción. 

 

Varios papás visitaron la dirección y el jueves Maite estaba de regreso en la escuela. 


“¿Qué pasó, que te dijeron en tu casa?” 


“Mis papás están furiosos. Tal vez me cambien de escuela.” 


“¿Furiosos contigo?”  


“No, furiosos con la escuela.”  


La mamá de Maite y Miss Nat le explicaron que ella no había hecho nada malo. No estaban de acuerdo con la decisión de no castigar a Benjamín:  


“Claro como el director no tiene pantalones, se quedó callado mientras disculpaban con todo tipo de tonterías a sus hijos.”  


El papá de Benjamín había dejado muy claro que habría consecuencias legales si se atrevían a castigarlo:  


“Después de todo, la única evidencia es un video tomado en un teléfono que no es el de mi hijo y lo único que se ve es una niña borracha. Al final, es su palabra contra la de él.”  


Todos los amigos dijeron que no sabían que estaba haciendo afuera Maite y que inmediatamente regresó a la fiesta sin que nadie la tocara. Según ellos, sólo la filmaron porque se les hizo chistoso. Qué casualidad que ninguno se acordó del pleito con Diego.  

A él tampoco lo expulsaron con la disculpa que había sido un malentendido. El colmo fue que el tarado del director se atrevió a decirle a la mamá de Maite que debería cuidar mejor a su hija. También tuvo el mal gusto de preguntar sobre lo que llevaba puesto. 


Maite dice que su mamá repite todo el tiempo:  


“No puede ser que responsabilicen a las mujeres por el mal comportamiento de los hombres.”  


“¿Qué quiere decir con eso?”  


“Que no importa lo que traiga puesto una mujer, por ejemplo. Eso no les da derecho para faltarle al respeto.”  


“Pues sí, ahora que lo dices, no estuvo bien que te echaran la culpa de lo que te hicieron esos rufianes sólo porque habías tomado un poco.”  


“Xime, qué bueno que lo dices, me sentía fatal de haberme puesto borracha.”  


“Amiga, fue un accidente. Y tú mamá tiene razón. No porque se te hayan pasado las copas, Benjamín tenía derecho a sacarte de la fiesta y tratarte de besar. ¿Por eso no dijiste nada?”  


“Si. Claro que me acuerdo de que el naco me empezó a abrazar. Pero no hay tequila suficiente para besar a ese sapo.”  


Yo me reventé de risa, en lo que ella continuaba:  


“Rápido empecé a gritar: me quiero regresar a la fiesta.”  


“Jaja, dicen que no hay borracho que coma fuego.”  


“Claro y a ese ni pagando lo besan.”  


“Qué lindo Diego que fue a defenderte, no crees.”  


“Xime, ¿de verdad piensas que fue lindo? No sé si me gustó que se haya ido a dar de trompadas antes de hablar conmigo.”  


“Yo creo que estás haciéndole demasiado caso a Sofy con sus cosas del patriarcado y la heteronormatividad,” y volteé los ojos al cielo.


“Puede ser. Ahora a ver como convenzo a mi mamá de que me deje ir a la fiesta de Lucia. Diego va a ir.” 


“Ya sé Maite, también Salvador.” 

 

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©2022 por Gabriela Martínez Ulloa Torres

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